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BIENVENIDOS AL INFOCENTRO NANEGAL - PARROQUIA NANEGAL

ARTE Y CULTURA

LA PIEDRA YUMBA

Mágica, Ancestral y llena de historias de enamorados

Entre los moradores se cuentan varias versiones de una leyenda sobre la aparición de la gigantesca roca, sin embrago la que más sobresale es la siguiente:

rio alambi y piedra yuymba.jpg

UBICACIÓN

GUÍA TURÍSTICO

José Jaime Miños Muñoz

Alias: Jota

Facebook: @jota.mino

Celular: 0960939260

LEYENDA DE LA PIEDRA YUMBA

Cuenta la leyenda, Uno de estos matrimonios mestizos dice el curandero , no recuerdo exactamente los nombres y apellidos de esta gente, se casaron y tuvieron una hija única. Pero sí que estoy seguro que vivían en Santa Marianita, dedicados al cultivo de la caña. Esta niña con el tiempo se hizo una bella mujer y a sus 16 años se enamoró perdidamente de un Chagra. Él era arriero de mulas y les compraba el trago y la panela que sus padres producían, es por esto que tuvieron conocimiento por su propia boca, que era casado y tenía tres hijos en Calacalí. Cuando su hija les comunicó que estaba enamorada del arriero, su oposición a esta relación fue muy fuerte y extremadamente dura, la castigaron haciendo los trabajos más duros de la finca tratando de que el cansancio le venciera al amor, pero lejos de quebrantarlo, lo fue haciendo más fuerte y cada vez que llegaba el arriero la encerraban en una habitación construida como una celda de troncos de arrayán y vigas de chira, sin una sola rendija por la cual ella pudiera ni tan siquiera mirar al amor de su vida. Paso el tiempo y al llegar Semana Santa, el arriero compró todo el trago y la panela fruto de dos semanas de trabajo y la joven de alguna manera logró escapar de su cárcel, se acercó a saludarle y le pidió, delante de sus padres que la llevara con él, declarándole su amor sin condiciones. Sus padres se negaron rotundamente a dejarla ir pues era su única hija, la amarraron con sogas a un poste del trapiche y la castigaron dándole de latigazos con el acial de arriar las mulas hasta reventarle la espalda, delante de su amado, el cual juró nunca volver. Pensaron que con el castigo la joven se olvidaría del arriero y se sacaría el amor del corazón.

La audiencia ni siquiera parpadeábamos. Manuel Muela “El Curandero”, tenía una sal para contarnos esas historias tan suyas, lentamente cambio de postura en el banco que se sentaba como todas las tardes de sábado, luego de que le agobiábamos tanto con nuestras risas y alborotos en el frente de su patio, parecía que aquella algarabía de nuestras risas y juegos le molestaban y veía que la única manera de callarnos era contándonos una de sus interesantes historias. Con sus nublados ojos debido a la gran humareda que producía su tabaco y sus visibles cataratas nos miraba, no sé, si, con ternura de abuelo, o con rabia porque no lo dejábamos en paz; pero de vez en cuando deslizaba su rugosa y calluda mano por entre los cabellos de alguna de nuestras cabezas, alguien del grupo que ya estaba tan impaciente por saber lo siguiente de la historia le apremiaba a seguir contándonos con una interrogante.

Don Manuel. ¿ Que pasó después de eso?

Esta paliza fue el sábado, antes del Domingo de Ramos, la víspera de Semana Santa, la pobre, pasó en su cama Domingo...Lunes...Martes...Miércoles y Jueves santos sin probar bocado, por más que sus padres intentaban alimentarla presentándole los más suculentos platos como: caldo de gallina, seco de pollo, zarza de huevo o de palmito, pero ella en un arranque de coraje se enfrentó resuelta a sus padres, pregonando con todas las fuerzas que le quedaban, que amaba al arriero y que antes de olvidarse de él prefería irse de casa o morir. Entonces su madre profirió la siguiente frase:

¡¡¡¡Guambra tonta!!!!.

“YUMBA tenías que ser”............. tienes el corazón tan duro como la piedra,..... ¿No te conmueve nuestro sufrimiento?......¡¡¡¡Maldita!!! Eres como la piedra así de dura y de necia..........¿no ves que él es casado y tiene tres hijos?.................¡¡¡Maldito el día en que este chagra desgraciado se cruzó en tu camino!!!!!...no queremos verle nunca más por aquí.......y si sigues insistiendo, tu padre prefiere verte muerta a deshonrada por el chagra.

Después de la discusión del Jueves Santo nadie se atrevió a hablar en la casa, pero parecía que la habían convencido y ella entraba en razón. Era una noche de luna llena y la joven esperó pacientemente que sus padres se durmieran, recogió las pocas cosas y prendas de valor que tenía, los metió en un saquillo de cabuya y con mucho sigilo se alejó de su casa con la promesa de nunca más volver.

El anciano curandero miraba por encima de nuestras cabezas, al frente no había más que unas matas de plátano, unos árboles de achiote y dos árboles de aguacate. Yo a hurtadillas me fijaba en las hojas y los troncos de los árboles, tal vez lo tenía escrito en su cortezas y en sus hojas y solamente nos la estaba leyendo. El silencio que se producía, solo era interrumpido por nuestras agitadas respiraciones de emoción y su lento y fragoroso respirar que parecía el fuelle del fogón después de tanto uso; producía un ligero y silbante resoplido en su pecho, como si estuviera señalando los puntos de las íes.............Ahora pienso que era un problema de pulmón por el abuso de tabaco crudo, levantó su bastón de chira y empujó a su perro que también se había acurrucado entre la audiencia con sus orejas enhiestas y sus ojos atentos también a la historia. Uno de nosotros con la impaciencia propia de los niños le apremiaba frotándole las rodillas para que nos siga contando.

¡¡¡Don Manuelito!!! siga...siga con lo que nos está contando.

Si, Si, --responde el anciano-- -, esperen que todavía falta para llegar al final de la historia. La muchacha a las doce de la noche del Viernes Santo, salió por fin al camino, con el saquillo de cabuya en su hombro, pero allí le acechó una duda, pues el camino iba en dos direcciones: Una ruta que todos conocían y que llevaba hacia afuera, a Calacalí es decir a la sierra a Quito, a encontrarse con su amor. La otra era hacia dentro, al pueblo de Nanegal, por el borde del río Alambí; porque ustedes deben saber que antes de que se haga esta carretera que utilizamos ahora; el camino seguía por el filo del río hasta llegar a una gran piedra donde se estrechaba y construimos un puente colgante que permitía pasar el río al otro lado y dirigirse a las haciendas de Santa Inés, San Rafael, Palmira, el Corazón y los pueblos de Palmitopamba, la perla, Chacapata, Cariaco, tal vez podría pasar el Guayllabamba y salir por García Moreno a Otavalo, Ibarra y Colombia, otro que llegaba al cercano pueblo de Nanegal, conocido como Chontapamba. Decidió tomar este camino, más o menos a la una de la madrugada y con la ayuda de la luna llena llegó al puente colgante, cansada y débil debido al ayuno de cinco días, sentase sobre la piedra y dio rienda suelta a su despecho con un llanto incontenible, tanto fue su llanto, que la piedra se mojó, de su interior y de manera mágica se le apareció una mujer de mediana edad y de una belleza increíble, ataviada con una falda de hilo con flecos de oro y plata, tenía una gran esmeralda en su frente, su cabellera era blanca como la nieve, sus orejas estaban adornadas con unos zarcillos del más fino oro, que parecían dos luciérnagas, en sus manos y tobillos llevaba unas pulseras adornadas con piedras preciosas que al paso y movimiento que hacía y con los rayos de la luna llena se teñían de mil colores. Se acercó a la muchacha y con la voz más dulce que se haya escuchado en este mundo le preguntó:

¿¿ Porqué lloras Muchacha??.

La joven escuchando aquella voz se sintió tan acogida, le invadió una infinita paz, y pasó a contarle todas sus penas y tristezas. La extraña mujer la escuchó atentamente, le pidió que se quedara con ella, que sería feliz eternamente y que tendría todas las riquezas que deseara, de esa forma sus padres recibirían el castigo debido, por ser tan incomprensibles y maltratadores.

El ataque de una ronca tos se apoderó del curandero, pero a mí me pareció que lo hacía a propósito; para que nosotros contengamos el aliento; con los ojos desorbitados y sin siquiera parpadear, atendíamos a su relato. Era para ponerle el suspenso a su historia, no nos atrevíamos ni siquiera a respirar para no interrumpirlo y todos al unísono, apresurábamos en darle un masaje en su brillante calva, quitándole el gran sombrero de paño negro que utilizaba; otros apresurábamos en masajear sus voluminosas rodillas y su enjuta espalda agobiada de tantos años. Nuestros masajes le producían un efecto renovador, la tos se le perdía como por encanto y ya podía cruzar las rodillas, una sobre la otra, los masajes en el pecho y la espalda le producía un mejoramiento de la tos, y atrapando entre sus fuertes y huesudos brazos al más pequeño del grupo, lo sentaba sobre sus rodillas y continuaba su relato con un hilillo de voz que parecía el susurro de la brisa del lejano río Alambí, nosotros entonces nos pegábamos más a su alrededor y así apiñados sobre él, escuchábamos el desenlace de la historia.

La extraña mujer, moviendo sus manos trazo unos signos mágicos y una gran puerta se abrió en la piedra y le invitó a pasar a la muchacha, que extendiendo su mano ingreso en su interior; inmediatamente la puerta se cerró y nunca más se abrió hasta el día de hoy. Los padres al darse cuenta al día siguiente de la desaparición de su hija, hicieron gente y organizaron las partidas de búsqueda pero todo fue inútil, nunca la encontraron. Solo una partida de aquellas encontró el saquillo de cabuya con todas sus pertenencias sobre la gran piedra y desde ese entonces se le conoció como la PIEDRA YUMBA. Los arrieros y la gente cada vez que pasaban por allí, la saludaban con mucho respeto y consideración. Y si alguna vez, algún arriero se atrevía a pasar por su lado a las doce de la noche de un Viernes Santo, escuchaba sus sollozos y llanto; Hasta parecía que la veía sentada sobre la piedra, con su traje de flecos de oro y plata, con su inmensa esmeralda en la frente y sus pulseras llenas de brillantes; Pero que al sentirse observada desaparecía mágicamente en el interior de la gran PIEDRA YUMBA.

Toda la muchachada reunida en el recinto, irrumpíamos en un sonoro aplauso y gritos de alegría. Pues estábamos seguros de que ésta no era una leyenda inventada por el anciano curandero. Ya que al día siguiente y después de clases de la escuela el grupo de amigos que crecíamos en el pueblo de Nanegal, seguro que nos encontrábamos subidos en los árboles de pomarrosas de la playa del Don Julio Vaca, para luego bañarnos en las aguas cristalinas y frescas del río Alambí, en el vado de la Piedra Yumba.

A mí personalmente me gustaba el remanso que hacía el agua en la cabecera de la Piedra Yumba con su ligero remolino, que te daba tres vueltas y te devolvía a la corriente.

AUTOR: LINCOLN EDWIN MENA ESCOBAR.

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